martes, 30 de agosto de 2016

JUNIO 2 - Lunes 10, 10:38 am


"Los  hechos y/o personajes de la obra "JUNIO" son ficticios.
Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.


"JUNIO"   2 

Ciudad del Este, lunes 10; 10:38 am 

Apuntes de Nikita Artemiev


Salí del Banco Provincia  disparado por una patada en el culo y bajé trastabillando la gran escalera de 15 escalones de mármol blanco.  

El día estaba sucio, surcado por remolinos de arena y tierra, y  la gente  parecían tener  pintados, los anestesiados rostros, de gris ceniza.

El viento me cortaba la cara con una navaja, sentía frío,   transpiraba, temblaba y me faltaba el aire.

Las calles  eran molestas, ruidosas y los autos circulaban en manos de conductores  caprichosos: no respetaban ninguna de las leyes de transito y tampoco había quien se las haga respetar. Todo era peligroso en la Ciudad del Este: los arrebatos de las carteras a las viejas, el robo de celulares a desprevenidas pendejas y otras acciones delincuentes mayores, ademas de suicidios, feminicidios y todo tipo de transgresiones al código penal. Como sea, nadie le daba pelota  y la cosa se arreglaba por designios divinos.  
Los gritos de todos,  se mezclaban con corridas de quien sabe de donde, porque y hacia donde.


Crucé  entre los autos hasta la Plaza Independencia  y  caminé agitado fumando por la diagonal. 
¡Joder! Nuestro General montaba un caballo encabritado blandiendo la espada: defendía la Iglesia de la Inmaculada, al Departamento de  Policía, al Club Social, el Centro Cívico y al Colegio Histórico fundado por otro General del siglo XIX.

Había salido antes del amanecer y en el  banco exhibí frente a Gargano toda la gama vergonzante  de inseguridad y servidumbre. Todo lo malo y conflictivo que tenía con el banco, eran asuntos míos, acciones propias, actos provocados por mi conducta y sin embargo, parecía incapaz encausar el curso que había tomado mi vida. Para nada estaba satisfecho.

Caminaba  cuando la alarma de un auto estacionado empezó a molernos los oídos  los agudos pitidos y otras porquerías sonoras electrónicas. 

Intenté que no me afecte con rezos, mantras y respiración, pero la alarma del “Passat” activada en el estacionamiento de la calle Artigas  me había llenado las bolas y me empujaba  a comprar un bate en Corazza Sport y moler  el “Passat Volkswagen” a batazos. 
Se vería que el ruso se volvió loco,  porque el pitido estridente de la alarma no parecía afectar a nadie. ¿Dónde estaba el dueño para  desactivar la alarma?  El dueño oía que se había activado   y no parecía que valiese  el esfuerzo de levantar el culo y desactivarla. Era problema del seguro "San Cristobal"


Me senté en el banco de la plaza: estaba asustado ¡Joder! Pasé años de vida arrastrando el culo por el piso del Banco y  me quede seco, sin nada: solamente el Chevy amarillo y la burla de Gargano “Tenés que morder más alto: ¿Qué te parece un Focus,  un Megane o mirá lo que te digo ¡Un Picasso! Para vos que andas en la Cultura y el Arte” Se rió toda la oficina, hasta el tuerto  de los mandados con los anteojos culo de botella y la gorda con el delantal azul y un lampazo en las manos con guantes. Me pesaba ser tan pelotudo, tan poco preparado para correr en el pelotón. Siempre atrás, muy atrás. Solo se veía una manchita de mierda en el camino. 

--- Nik – escuché la dulce voz de Eva sobre mi cabeza. Levanté los ojos.  Eva me sonreía y yo sentí cómo me derretía. 

Eva tenía el cabello rubio,  largo y hoy lo lucía con una cola de caballo inquieta a cada movimiento de la cabeza; tenía  ojos azules, labios rojos y carnosos. 
Eva regresaba de la clase de Yoga que nos instruía una profesora viejita, como una rama de cerezo florido.
 
Llevaba puesto un suéter negro grueso holgado    con capucha, tenía  dibujado  dos jirafas de largos y delgados cuellos blancos y la marca impresa: Giraffe Style, una mini pollera suelta  de cuadros negros y blancos sobre una calza negra y los pies los adornaban  zapatillas blancas.

--- ¿Qué tal la clase de Yoga? ¿Me perdí algo? – dije.
Eva se rió.
--- Seguimos  con el mantra OM AH HUM pegados a la versión en You Tube de Tina Turner y Children Byond ¡Cada vez   mejor! Hoy repetimos el mantra como 109 veces ¿Qué te parece Nik? ¿Por qué no fuiste? -- dijo.

¿Qué podía decirle? En cualquier lugar que estaba con Eva, me sentía sin fuerzas y caía a sus pies, de tan bendecido me caía su resplandor. Eva me envolvía en el   perfume de su piel y la esencia  que usaba: Joy de Jean Pateau, una combinación de rosas y jazmín, que me embriagaba. 

Tal era nuestra comunión, que al terminar las clases de Yoga, nos metíamos en una habitación para cambiarnos. La enseñanza de la instructora, la viejita, seca como rama de cerezo,  consistía en que no teníamos que ocultarnos uno del otro y que los cuerpos de hombres y mujeres eran iguales de hermosos y formaba parte del universo: invitaba a la clase cambiarnos  juntos en la misma habitación. Todos terminaban en minutos, incómodos y  salían corriendo sin despedirse.

En cambio yo,  me sentaba en la silla y  esperaba a Eva mirándola lo que tardase. La miraba extasiado; tenía piernas largas, tersas, bronceadas y torneadas y tobillos que me hacían saltar la térmica cuando se calzaba los zapatitos de finos tacos alto.


Le sacaba fotos con el celular mientras ella se reía o se ponía en pose y  nos besábamos  como jugando   para una selfy. Todo estaba en mi celular.

¡Eva!  ¡Eva! y estaba con ella en la Plaza Independencia, pero el chillido de la alarma del Volkswagen Passat me tenía limpiándome el culo con papel de lija y hacia un esfuerzo de  puta madre para estar con ella, sonriendo como si no me afectara.

Conocí a Eva por Freuke, mi esposa. Las dos venían de la Villa de los Alemanes del Volga. Doce años atrás, Eva había sido la Reina del concurso anual que representaba a la comunidad y Freuke, resultó ser una de las diez princesas.

La bandada de pájaros de la plaza, revoloteaba alborotada por la tormenta  que se nos venía y el viento barría las  nubes grises  cubriendo el cielo de tonalidades  negras.
--- ¿Vamos a tomar un café? – dije.
Eva me miró.
--- Con Papa Luigi en el pueblo no se puede. Es un hombre imposible y violento.
Asentí triste con la cabeza. 
Eva me pasó levemente los dedos por la frente mojada.
--- Nik  ¿Estás mal? ¿Te pasa algo?
--- No es nada – dije. 


Una ráfaga de viento con partículas de polvo nos envolvió. Eva giró la cabeza y yo miré al suelo de grava roja.
Pasado el remolino me acerque tembloroso para abrazarla, pero a ultimo momento tomé el desvío.
--- Me quedé sin cigarrillos – dije.


Eva me ofreció un atado, agarré uno, lo encendí protegiendo la llama del encendedor con mi mano entre la suya. Aspiré el humo hasta lo más profundo de mis pulmones y la  miré.

Tuve ganas de llorar ¿Qué podía hacer?   Me recompuse tosiendo y sonreí lo mejor que pude.

--- Está todo bien – dije.
 Eva me miró intrigada, pasó suavemente su mano por mi mejilla.
--- Tenés descuidada la barba – dijo.
Sentí un impulso irrefrenable en retener su palma con mi mejilla inclinando mi cabeza como un perro.
Eva sonrió.
--- Cuidate – dijo.

Nos dimos un beso, cachete con cachete,  y la vi alejarse por la diagonal de la plaza, cruzar la calle y desaparecer. 


Caminé hasta  el multirubros "Tartagal", compre cigarrillos, Alka Setzer y Beldent para matar mi aliento  y crucé al desierto  "Bartolo & Clemente".
Me senté delante de un café y volqué el sobre de Alka Setzer en el vaso de  agua.

Estaba de la chingada, me dolía hasta el culo, sabía que persuadir a Freuke para que firme el papeleo en la escribanía de Bacigalupo, sería otra de las feroces peleas que tenía con mi mujer. 

Me decía que todo en mí eran escombros “¿Por qué?” “Seguramente por boludo, Nik"  Mis caminos en la vida son inciertos, equivocados, de reflexión tardía. En lugar de tomar a la derecha, doblo a la izquierda y un año, dos o cuatro años después,  me percato  que no era esa la decisión correcta”

Moví la cabeza.
---  Tarde, siempre tarde – murmuré.
Prendí otro cigarrillo.

Se sentó Carbone: mi peso del casi único comprador de libros.
--- ¿Qué tenés que decirme? -- grité.
--- ¡Escuchá!
Carbone prendió el celular y me lo acercó.

--- "En Entre Ríos se hallaron en un monasterio de "Las Carmelitas Descalzas" monjas sometidas a un sistema medieval de  torturas físicas: silicio, latigazos, platos de comida vacíos, celdas" 

Fin del sonido. Carbone manipuló el celular y me mostró las monjas  llenas  bendición divina. 


--- Escuchá Nikita lo que te digo: dos días después dos monjas dijeron "Somos felices  y rogamos que nos dejen  de molestar" ¿Qué te parece? Como se dice "El mondongo tiene fibra, proteínas y es rico ¡Coman mondongo que es barato para el que trabaja!
Nik le gritó.
--- ¡Se están riendo!
--- Están y son felices. 

Carbone apagó el celular y creí que eso era todo. Pero no pude levantarme, porque mi contertulio  tenía en la mano una hoja arrancada al diario Página/12 y estaba dispuesto a leérmela. 

Miré angustiado al mozo, le hice señas y cuando el nabo se acercó, le pregunté si sabía de quién era el Volkswagen Passat con la alarma encendida. "¡Hace dos horas hermano!" grité. Pero el mozo se encogió de hombros y regresó a su lugar en la barra. 
Para molestarlo, lo hice venir otra vez y pedí ginebra.

Carbone desplegó la hoja del diario y antes de leer me preguntó.
--- Nikita ¿Vos coges todos los días?
Nik lo miró azorado, Carbone se rió.

--- Escuchá Nikita: "El arzobispo  criticó los "records notables de señoritas (...) que cambian de 'novio' cinco o seis veces al año", calificó de "vicio" a las relaciones sexuales libres y sostuvo que "la 'igualdad de género' permite otras combinaciones, antinaturales". Héctor Aguer sostuvo que hay un "negocio del anticonceptivo" e indicó que hay una "cultura de la fornicación" que, entre otras cuestiones, hace que "la finalidad procreativa del acto sexual" sea "frecuentemente bloqueada, de modo expreso, intencional, en las fornicaciones ocasionales" (...) ¡A coger todo el mundo!” dijo y  criticó el "petting (contacto erótico sin llegar a la consumación del acto sexual) descontrolado en lugares públicos" y habló de una "banalización del sexo” que “comienza cada vez más temprano”.



Condenó la “fornicación contra natura, ahora avalada por leyes inicuas que han destruido la realidad natural del matrimonio”, señaló que existe una “discriminación de los antidiscriminadores" y rechazó la adopción de niños por parte de matrimonios igualitarios "
Sin escuchar más las quejas bíblicas  de Abel Carbone, con el morral al hombro, salí corriendo sin pagar el café y las ginebras: era un precio justo. Carbone se había tirado de la silla para agarrarme de la campera, del morral, pero corrí espantado como una liebre afiebrada.

¡Corbone me había tenido estoqueado. Y si lo perdía como comprador de libros ¡A joderse pinche cabrón!

Salí del Bar "Clemente" como llevado por el diablo, volví a cruzar la plaza y caminé doscientos metros por la solitaria calle 14.


La librería “Pushkin” estaba cerrada como todos los negocios del pueblo.
.
 A la una de la tarde; comenzaba  la parálisis de actividades en  la Ciudad del Este y en  la provincia. Era la hora de la "solapa", del hombre de la bolsa que buscaba a los niños 150 años atrás. "Solapa" venía en ayuda de los mayores, para que los pendejos no hagan ruido durante la sagrada siesta. Pasan los años y "Solapa" quedó vivo en la "Yayas" las "Bobes" y todas los demás que guardan la costumbre como ley y hoy son igual que ayer:  se meten en sus cajitas, cierran  la tapa y se quedan  quietecitos en el estante.

Entré en "Pushkin". El peso del silencio me atrapó como si me hubiesen sepultado tres mil libros.

Revisé la caja: no se había vendido ni una fotocopia. ¿Qué mierda había echo Lola y  Emilia? 

Putee por costumbre mientras subía al entrepiso donde tenía un escritorio, un sillón, la PC y estantes de libros.

Libros que había comprado para vender y que en el momento de hacer los pedidos a las editoriales, sabía que no los exhibiría en la vidriera, ni en los estantes: me quedaría con "mis libros"... esa fue mi ruta, más los gastos de Freuke y los chicos. La abeja reina dispuso de mí a su antojo... y seguí  predestinado a  perder los bienes materiales en el papeleo de la escribanía del banco.

Estaba mal: la sensación de ahogo hizo que boquee como un pez fuera del agua, sudaba como un condenado llevado a la silla, me sacudía con temblores que me dejaban exhausto y me partía el dolor de cabeza. 

Me mataba la alarma del Volkswagen Passat que todavía estaba activada. Esos chillidos me crispaban y quería matar al municipio, a los inspectores y a todo el mundo que hacia de mi vida un infeliz. 

Pegué los ojos a la pantalla de  la compu. Quería descubrir quien fue el hijo de puta que inventó el sistema. No había nombres pero sí la descripción cómo funcionaba esta máquina electrónica de tortura. 
  
La mayoría de alarmas modernas constan principalmente de los siguientes elementos: Una serie de sensores que pueden incluir interruptores, sensores de presión y detectores de movimiento  Una sirena, que frecuentemente dispone de una variedad de tonos con los que podrás diferenciar el sonido de tu coche.  Un receptor de radio para permitir un control inalámbrico desde la llave o mando…

¿Por qué no  usas la llave hijo de puta?”, grité.

Una batería auxiliar que permite que la alarma pueda funcionar con la batería principal. Una centralita que monitoriza cada acción y que hace saltar la alarma y los sonidos.

Me acosté en el suelo, sobre la raída alfombra, arrollado con las manos enlazando las rodillas pegadas al pecho.


Escuchaba la alarma de pitidos, silbidos y largos chillidos electrónicos del “Volkswagen Passat” y mientras me dormía unos minutos, murmuré sabiendo que se me venía una pelea de fondo "La concha de tu madre Freuke Ágata von Franze", murmuré.

FIN
Relato 2

........................................................................................

SEGUIMOS  EN  CURSO


...................................................................................

TE  PUEDE  INTERESAR


¡Una mañana de mierda!  Me cagué de frío trotando por las calles desde el departamento de mi suegra hasta el Banco Provincia.  Apenas salí a la Avenida Brasil puteaba por no venir en el Chevy amarillo. Y no salí en el auto porque me dije “Nik ¡Ejercicios matinales! ¡Caminar!” Un pensamiento  pelotudo porque   la ventosa y gélida madrugada,  me arrancaba lágrimas  y había dejado de sentir la nariz. Tenía el  pelo  y la barba  erizados. 

IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII




               

No hay comentarios:

Publicar un comentario