Ciudad del Este, martes 11, 8:52 am
Cuando Nik bajó del 7° con el bolso de mano y el morral
colgado al hombro, en el departamento, Freuke, los niños y la vieja dormían.
Nik había pensado que lo mejor para todos, sería que él tome distancia de su familia por unos días.
Este asuntillo, “¡Querés
coger, pagá!” de la noche anterior, lo sacó de la cancha con tarjeta roja
escrachada en su jeta y Nikita reaccionó
mal, ofendido y en caliente se fue de mambo. Si hubiese pensado diez segundos, reconocería que las palabras de
Freuke “¡Querés coger, pagá! No tenían lugar,
porque de echo le sangraba el culo de pagar todas y cada una de las cuentas de
todos ellos.
Nik pagaba tarifa Premium desde que empalmó con Freuke trece años atrás,
proveyendo la Gran Canasta Familiar con alimentos, bebidas, vestimenta, educación,
recreación, empleada doméstica, combustible, seguros, infracciones, electrodomésticos,
celulares, tablets, notebboks y otras porquerías descartables de la moda.
El costo de esa canasta daba algún privilegio: una porción
de sexo sin grandes pretensiones, nada más que sexo casero: “¿Ya acabaste?” preguntaba Freuke
y sacaba a Nik de arriba suyo con un empujón, “Salí” decía. Nik se levantaba a tomar ginebra y
Freuke se refugiaba en la cuna de Yeugueni. ¿Cómo mierda hacía para entrar y
doblarse sin aplastar al niño?
El tiempo, entre
un revolcón y el siguiente, se acortó hasta detenerse un día. Se acabó eso de coger. Fue sin previo aviso, así nomás…
Y, en lo sucesivo, se vieron viviendo bajo un mismo techo
sin saber porque.
Nikita recordó la noche anterior. Estaba avergonzado por su
histerismo adolescente ¡Mierda! Correr desnudo por los casi 50 m2 del piso, levantando a
los gritos a sus hijos, a la suegra, y Freuke
azuzándolo detrás de la puerta, “Pagá pajero”
y los vecinos a coro, puteaban a uno, a otro y a todos.
El día era de un gris casi negro con nubes bajas, el viento frío calaba los huesos y llovía.
En el bolso Nik llevaba unas pocas prendas y en el bolsillo
de la campera inflable tenía “El cubo de Rubik”.
Subió al Chevy amarillo y mientras esperó que se caliente el
motor, apoyó la cabeza en el volante.
Sintió una ola de calor y enseguida, el corazón parecía partírse.
¿Qué mierda? ¿Angustia o infarto? Estuvo inmóvil, jadeando y el dolor fue cediendo.
Prendió un cigarrillo y puso en marcha el auto.
Bajó en la estación Shell, cargó GNC y se metió en el Shop a
tomar café, agua mineral y Alka
Seltzer.
Miró el incesante movimiento de la playa: autos, camiones,
camionetas, motos y los playeros, con la ropa de la Shell, se movían sobre cada vehículo, gritaban, saludaban, reían. "La rutina los pone contentos, alegres y satisfechos ¡Pinche pendejos!" Pensó Nikita.
Era “El juego de la Vida ” donde hombres y mujeres
se caminaban el día en direcciones predeterminadas, haciendo esto y aquello: una
fatigosa rutina sin saltearse
casilleros.
Sí, cada uno tenía el caminito marcado de tanto transitarlo por el mismo lugar… Nikita no, era imprevisible
como un cirujano operando con Parkinson.
Ahora mismo, en el Shop de la Shell , miraba el bolso de
viaje y se preguntaba si aún estaba viviendo
el tramo final del histerismo de anoche. ¿Más de lo mismo?
¿A dónde ir? ¿Solo?... Nik podía aguantar la soledad en
tanto y cuanto estuviese en el tumulto, pero viajar solo, sin destino, alojarse
en un hotel y mirar el techo como un boludo, eso no. Nik no podía hacerlo porque inmediatamente
sentía la transfiguración de su equilibrio, comenzaba a temblar, sudar… ¡La pavura, el miedo animal lo
paralizaba!
Se imaginaba como marinero, en tiempos de la tierra plana, miraba partir a Colón en un viaje cuyo
único destino, era caerse a la mierda en el foso del fin del mundo sobre las fauces abiertas de horribles
animales.
Para subir a Nik a una carabela, lo tendrían que desollar vivo a latigazos.
Nikita Artemov no
tenía dinero, ni era temerario. Tal vez
esa carencia de lo uno y lo otro, le daba ese enigmático extravío: salir corriendo y
quedarse parado.
Nik se decía que, para cuando resolviese el Cubo de Rubik,
él se vería sólido, sin fisuras.
Sacó de la mesa vecina el ejemplar gratis de “El Diario del
Este” que ofrecía Shell Open 24 a sus clientes.
Mientras hojeaba el diario,
creyó pasar un artículo sobre el Cubo de Rubik. Volvió a dar vuelta las hojas y efectivamente, el
redactor había cortado y pegado de
Internet, datos que recogió de la web de Taringa sobre un tal Graham Parker, oriundo de Portchester, Inglaterra.
“Parker invirtió más de 27 mil 400 horas de su vida, muchas
de estas por las noches sin poder dormir, para poder terminar el Cubo de Rubik que
ha representado su máximo reto”
“No puedo decir el alivio que significa finalmente haberlo
terminado. Me había vuelto loco durante años, como si se hubiera apoderado de
mi vida”, dijo Graham radiante la cara de satisfacción.
“He tenido problemas en la espalda y en mis muñecas, por
todas las horas que pasé sentado
tratando de resolverlo. Pero cuando le di ese último giro y todos los colores empataban, no pude hacer otra cosa mas que
llorar” dijo.
Por su parte, Jean Parker, la esposa de Graham, fue quien más sufrió
durante esos 26 años, pues el cubo causó muchas fricciones y pleitos entre la
pareja. “Cuando lo conocí ya estaba obsesionado con él (Cubo de Rubik) y pasaba
horas intentando resolverlo”, dijo.
En 1980 se estableció el grupo “Cubohólicos”, para ayudar a los adictos a
este juego a dejar el hábito.
“El cubo de Rubrik ayuda a disminuir la depresión, y es
un distractor mental muy saludable” ¿Quien lo habrá dicho?, pensó Nik.
Bajo el artículo, seguían los comentarios del Foro de los lectores que era muy divertidos.
“Yo solo quiero saber como mierda quito el puto anuncio de “es la moda”
para leer el puto artículo bien” Escribió María Fernanda.
Adrián escribe: “Yo armo
3 colores y ya me ladillo”
Kenya: “Me doy un
tiro si un vidente puede armar el cubo y yo no”
Sarah: “En un
programa llamado super cerebros, un chico lo armo en 3.40 seg.”
Nik quedó pensando. Después dejó
“El Diario de la Ciudad
del Este” en la mesa, recogió el morral y salió rumbo a la librería “Pushkin”.
FIN
Relato 9 a.
“Junio” es una obra de ficción. Cualquier coincidencia con
lugares, situaciones, nombres es
una coincidencia.
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A Nik no le sirvió de mucho mantener la cara de póquer y presa de un violento miedo al arsenal de
escopetas, rifles, revólveres, sobre el hogar con fuego, quería escapar… pero estaba parado y seguía las
instrucciones de Papa Luigi.
Relato 8
Nikita había llegado a la casa de Eva para verla una vez más
y se encontró con Papa Luigi, quien no
dejó de gastarlo todo el tiempo que estuvo allí. Como dice el refrán “Fue por lana
y salió trasquilado”.
IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
Los espero a la vuelta para terminar con el Relato 9 de la serie "JUNIO"
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