martes, 18 de octubre de 2016

JUNIO 9 a. - Martes 11, 8:52 am




Ciudad  del  Este, martes 11, 8:52  am

Cuando Nik bajó del 7° con el bolso de mano y el morral colgado al hombro, en el departamento, Freuke, los niños y la vieja  dormían.

Nik había pensado que lo mejor para todos, sería que él tome distancia de su familia  por unos días. 

Este asuntillo, “¡Querés coger, pagá!” de la noche anterior, lo sacó de la cancha con tarjeta roja escrachada en su jeta y Nikita  reaccionó mal, ofendido y en caliente se fue de mambo. Si hubiese  pensado  diez  segundos, reconocería que las palabras de Freuke “¡Querés coger, pagá! No tenían lugar, porque de echo le sangraba el culo de pagar todas y cada una de las cuentas de todos ellos.

Nik pagaba tarifa Premium   desde que empalmó con Freuke trece años atrás, proveyendo la Gran Canasta Familiar con alimentos, bebidas, vestimenta, educación, recreación, empleada doméstica, combustible, seguros, infracciones, electrodomésticos, celulares, tablets, notebboks y otras porquerías descartables  de la moda. 

El costo de esa canasta daba algún privilegio: una porción de sexo sin grandes pretensiones, nada más que sexo casero: “¿Ya acabaste?” preguntaba Freuke y sacaba  a Nik de arriba suyo con un  empujón, “Salí”  decía. Nik se levantaba a tomar ginebra y Freuke se refugiaba en la cuna de Yeugueni. ¿Cómo mierda hacía para entrar y doblarse sin aplastar al niño?

El tiempo,   entre un revolcón y el siguiente, se acortó hasta detenerse un día. Se  acabó eso de coger. Fue  sin previo aviso, así nomás… Y, en lo sucesivo, se vieron  viviendo bajo un mismo techo sin saber porque.


Nikita recordó la noche anterior. Estaba avergonzado por su histerismo adolescente ¡Mierda! Correr desnudo por los casi 50 m2 del piso, levantando a los gritos a sus hijos, a la suegra,  y  Freuke azuzándolo  detrás de la puerta, “Pagá pajero”  y los vecinos  a coro,  puteaban a uno, a otro y a todos. 

El día era de un gris casi negro con nubes bajas, el viento frío  calaba los huesos y llovía.

En el bolso Nik llevaba unas pocas prendas y en el bolsillo de la campera inflable tenía “El cubo de Rubik”.

Subió al Chevy amarillo y mientras esperó que se caliente el motor, apoyó la cabeza en el volante.

Sintió una ola de calor  y enseguida, el corazón parecía partírse. ¿Qué mierda?  ¿Angustia o infarto?  Estuvo inmóvil,  jadeando  y el dolor fue cediendo.

Prendió un cigarrillo  y puso en marcha  el auto.

Bajó en la estación Shell, cargó GNC y se metió en el Shop a tomar café,   agua mineral y Alka Seltzer.

Miró el incesante movimiento de la playa: autos, camiones, camionetas, motos y los playeros, con la ropa de la Shell, se movían  sobre cada vehículo, gritaban, saludaban, reían. "La rutina los pone contentos, alegres y satisfechos ¡Pinche pendejos!" Pensó Nikita.

Era  “El juego de la Vida” donde hombres y mujeres se caminaban el día en direcciones predeterminadas, haciendo esto y aquello: una fatigosa rutina  sin saltearse casilleros.

Sí, cada uno tenía el caminito marcado de tanto transitarlo por el mismo lugar… Nikita  no, era imprevisible como un cirujano operando con Parkinson.

Ahora mismo, en el Shop de la Shell, miraba el bolso de viaje y se preguntaba si aún  estaba viviendo el tramo final del histerismo de anoche. ¿Más de lo mismo?

¿A dónde ir? ¿Solo?... Nik podía aguantar la soledad en tanto y cuanto estuviese en el tumulto, pero viajar solo, sin destino, alojarse en un hotel y mirar el techo como un boludo, eso no.  Nik no podía hacerlo porque inmediatamente sentía la transfiguración de su equilibrio, comenzaba a temblar, sudar… ¡La  pavura, el miedo animal lo paralizaba!

Se imaginaba como marinero, en tiempos de la tierra plana,  miraba partir a Colón en un viaje cuyo único destino, era caerse a la mierda en el foso del fin del mundo  sobre las fauces abiertas de horribles animales.


Para subir a Nik a una carabela,  lo tendrían que desollar vivo a latigazos.

Nikita  Artemov no tenía  dinero, ni era temerario. Tal vez esa carencia de lo uno y lo otro, le daba ese  enigmático extravío: salir corriendo y quedarse parado.

Nik se decía que, para cuando resolviese el Cubo de Rubik, él se vería sólido, sin fisuras.

Sacó de la mesa vecina   el ejemplar gratis de “El Diario del Este” que ofrecía Shell Open 24 a sus clientes.

Mientras hojeaba el diario,  creyó pasar   un artículo sobre el Cubo de Rubik. Volvió  a dar vuelta las hojas y efectivamente, el redactor  había cortado y pegado de Internet, datos que   recogió de la web de Taringa sobre un tal Graham Parker, oriundo de Portchester, Inglaterra.

“Parker invirtió más de 27 mil 400 horas de su vida, muchas de estas por las noches sin poder dormir, para poder terminar el Cubo de Rubik que ha representado su máximo reto” 

“No puedo decir el alivio que significa finalmente haberlo terminado. Me había vuelto loco durante años, como si se hubiera apoderado de mi vida”, dijo Graham radiante la cara de satisfacción. 

“He tenido problemas en la espalda y en mis muñecas, por todas las horas que pasé sentado tratando de resolverlo. Pero cuando le di ese último giro y todos los colores empataban, no pude hacer otra cosa mas que llorar”  dijo.

Por su parte, Jean Parker, la esposa de Graham, fue quien más sufrió durante esos 26 años, pues el cubo causó muchas fricciones y pleitos entre la pareja. “Cuando lo conocí ya estaba obsesionado con él (Cubo de Rubik) y pasaba horas intentando resolverlo”, dijo.


En 1980 se estableció el grupo “Cubohólicos”, para ayudar a los adictos a este juego a dejar el hábito.

El cubo de Rubrik ayuda a disminuir la depresión, y es un distractor mental muy saludable” ¿Quien lo habrá dicho?, pensó Nik.

Bajo el artículo, seguían los comentarios del Foro de los lectores que era muy  divertidos. 

“Yo solo quiero saber como mierda quito el puto anuncio de “es la moda” para leer el puto artículo bien”  Escribió María Fernanda.

Adrián escribe: “Yo armo 3 colores y ya me ladillo”

Kenya:  “Me doy un tiro si un vidente puede armar el cubo y yo no”

Sarah:  “En un programa llamado super cerebros, un chico lo armo en 3.40 seg.”

Nik  quedó pensando. Después  dejó  “El Diario de la Ciudad del Este” en la mesa, recogió el morral y salió rumbo a la librería “Pushkin”.



FIN
Relato 9 a.

“Junio” es una obra de ficción. Cualquier coincidencia con lugares, situaciones, nombres  es una  coincidencia.

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PUEDE  INTERESARTE


Relato  7

A Nik no le sirvió de  mucho mantener la cara de póquer   y presa de un violento miedo al arsenal de escopetas, rifles, revólveres, sobre el hogar con fuego, quería escapar… pero estaba parado y seguía las instrucciones de Papa Luigi. 




Relato 8

Nikita había llegado a la casa de Eva para verla una vez más y se encontró con Papa  Luigi, quien no dejó de gastarlo  todo el tiempo que  estuvo allí. Como dice el refrán “Fue por lana y salió trasquilado”.





IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Los espero a la vuelta para terminar con el Relato 9 de la serie "JUNIO"

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