domingo, 18 de septiembre de 2016

JUNIO 6 - Lunes 10; 8:57 pm

"Los hechos y/o personajes de "JUNIO" son ficticios.
Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia"

Ciudad del Este, lunes 10, 8:57 pm



En la entrada de la Galería Comercial, Nik  miraba  caer la lluvia. Las empleadas de los comercios habían cerrado, apagado las luces y esperaban engrosando  el abigarrado grupo, con los  que bajaban  de las oficinas. La ansiedad los mataba a todos: nadie quería mojarse ni quedarse en ese frío corredor húmedo y desangelado.

Nik pensó en correr hasta la librería “Pushkin” pero  estaba tildado. El peso de la melancolía lo aplastó al frío embaldosado de la Galería.
Lo rodeaba el parloteo y las risas de esa gente, pegadas hombro a hombro, esperando a que alguien los pase a buscar.

La lluvia era tan intensa que inundó la calle en cinco minutos.

Nik  se había alejado al fondo de la Galería:  fumaba y caminaba en círculos como un preso. Le lastimaban los feroces choques con Freuke, le parecía  caer una y otra vez en la mierda. Explotaba  y sobrevivía como peleador callejero: tanto recibía, tanto daba y después le quedaban los golpes marcados y un  hondo malestar en el alma.

¿Cómo deshacer el nudo tóxico y reiniciar en otro lado, otro lugar,  una nueva vida? No parecía que él pudiese protagonizar tal hazaña.

“Nikita, usted es un tipo que se pone el zapato derecho en el pié izquierdo”  diagnosticó el Doctor en psiquiatría Calzolari. Y esgrimió otra afortunada frase el hijo de puta: “Nikita, usted para untar una tostada, mete la cuchara en el tarro vacío y le da con la cuchara rascando y rascando al pedo: mucho ruido ¿Qué le parece?”

De modo que Nikita  Artemov,  año tras año, daba vuelta en el mismo lugar, horadando la tierra de este pueblo de provincia, que finalmente lo sepultaría para siempre jamás.

Nik miró que el  grupo en la boca de la Galería ya no era tal: habían quedado unos cuantos descolgados y decidió que era hora de irse.

Corrió  hasta el Chevy amarillo esquivando  los autos  y  se metió en la cabina. Con el pañuelo se secó la cabeza, el cuello y la cara. En la guantera tenía una petaca de cuero con vodka, tomó un trago  y con las manos sobre el volante pensó en Eva.

Nik conoció a Eva en la librería hace  tres años. Ella preguntó porqué el nombre “Pushkin”. Artemov recibió la pregunta como una llave que abría el candado a su tenso y vibrante silencio que guardaba temblando frente a Eva.

Eva lo había impactado de lleno desde que cruzaron sus miradas la primera vez.
  
Pero ahora se le abría a Nikita la posibilidad  de hablar, gesticular, sonreír y, excitado, volcó a borbollonees sus ideas sobre libros, literatura,  filosofía, historia: habló de cine y a Eva le entusiasmó la conversación porque era buena lectora y escribía algo de sus pensamientos y poesia en un diario íntimo. Había comenzado Letras en Buenos Aires hasta que se enfermó la madre y regresó a Ciudad del Este. 

Eva había dejado el poblado para siempre una vez terminado el secundario en el Histórico. Juró no volver nunca más y regresó con Papa Luigi a cuidar de su madre… y le decía a Nik llorando “Voy a morir en esta puta aldea” . Eva no tenía buenos recuerdos de su crianza en Ciudad del Este.

Entre Eva y Nik  había energía empática y la amistad  creció a un grado de intimidad sorprendente.  Eva lo invitó a su casa y allí conoció a Papa Luigi: un hombre corpulento, cincuentón, algunas canas en la mata del cabello negro y voz gruesa. Nik le tendió la mano y Papa Luigi  se la apretó hasta dejarla estirada  como un guante. Papa Luigi le palmeó la espalda de bienvenida y Nik trastabilló dos metros agarrándose de las pesadas cortinas rojas con borlas doradas.
Papa Luigi rió mirando a Eva.
--- Ah, el amigo de mi mujer – gritó. 
Nik lo miró buscando una rápida respuesta.
--- Hacemos Yoga – dijo.
Papa Luigi abrió los ojos sorprendido.
--- Ah, sí, sí… ¡Yoga! – dijo y lo volvió a palmear, esta vez le dobló  la espalda.

Eva había corrido un poco el voile de la cortina y miraba a la calle.

Estaban en el gran salón  de la enorme casa que hizo construir Papa Luigi, iluminada por los últimos rayos del sol del otoño.
Papa Luigi señaló a su mujer.
--- Esta me dijo que ustedes hablan de libros. Es una de las drogas legalizadas ¿no? Eva lee toda la noche  ¿Qué lees?
Eva no contestó y prendió un cigarrillo.

Papa Luigi abrió lo brazos.
--- Ves Nikita  ¿De qué sirven los libros? – dijo.

La discusión de la pareja cayó en cascada, sobre tópicos íntimos. Nik apuró el vaso de agua mineral y se despidió.

En otra visita,  Papa Luigi le preguntó a Nik.
--- ¿Quién crees que puso la butique exclusiva “Piel & Seda” para que Eva esté ocupada en algo?   
Nik sacudió la cabeza.
--- ¡Papá! – rió Luigi.
Eva suspiró fastidiada se levantó y desapareció en el interior de la casa.
Papa Luigi parecía querer mostrarle a Nik cómo domar a una mujer. Nikita no creía que a Eva le afectase el método, pero a él, Papa Luigi, le daba miedo. ¡Joder macho con este tipo!

En las conversaciones entre  Nik y Eva, el tema de cómo, cuándo y dónde  conoció a Papa Luigi, no figuraba en el temario. Tampoco qué hacía Papa Luigi con el divertido cortejo de muchachos en el Club Social o en el exclusivo Richmond del Club Regatas.  

A veces Eva decía algo del anecdotario de Papa Luigi pero enseguida dejaba  de hablar.  
--- Papa Luigi no me dice nada y yo no pregunto. Así esta mejor.

Después de todo  ¿A quien carajo le importaba Papa Luigi? Mierda ¡A toda la Ciudadela! Era cinturón Negro de Karate, campeón peso pesado indiscutido en el Boxing de Ferro. Se lo veía correr enfundado en su equipo deportivo impecable, seguido por sus muchachos como guardaespaldas; el grupo cruzaba la ciudad, tomaba la costanera del Rio Grande,  se los veía entrar en el gimnasio, en el natatorio, remar por el río en kayac con 2° bajo cero, o salir del puerto en su Barco Deportivo de 20 mts de eslora y 7 de manga  con Eva en la proa de cara al sol. El barco se deslizaba suavemente y cargaba una colección de notables  de la vida social de la ciudad y de la provincia, incluyendo al Gobernador, al Secretario y otros políticos y empresarios y más Gigantes y Cabezudos de las fallas esteñas. Papa Luigi vestía de blanco con una gorra de capitán  y a su alrededor el servicio de la corte estaba activo. Para éstas salidas, Papa Luigi se hacia traer el catering del Argenta Tower Hotel.

Eva era elegante, despedía un halo de exquisita fragancia a jazmín y rosas, hablaba sonriendo  y voz suave…Nik nunca la vio vestida y arreglada de otra manera que no sea elegante ... era como si hubiese nacido reina de los Alemanes del Volga... sin sacarse la corona ni para ir a cagar.

Una tarde de primavera estaban  solos en la sala. Eva recostada sobre el diván chaise longue de pana negra,  tenía puesto un vestido mini de color blanco  de encaje con combinación, cinto de raso y escote en forma de corazón. Llevaba zapatos de taco alto y tenía una pierna levemente doblada sobre la otra.  Miraba a Nik, apoyada  sobre el codo. Su  risa era acogedora y  contagiosa. Nik le sacó algunas fotos con el celular.

Eva enarcó las cejas y movió suave la cabeza y sonrió pícara.
--- ¿Por qué? – dijo.
--- Estas preciosa…pero…  si te enoja,  borro las fotos.
--- No…no…está bien. Me halaga. Gracias Nik, sos un amor – dijo.


Nik sintió que le ardían las mejillas y la cabeza le daba vueltas. Buscó una vía de escape porque estaba aterrorizado a invadir espacios prohibidos.
--- ¿No te gustaría hacer Yoga? – dijo.
Eva se entusiasmó:
--- Sería extraordinario y me ayudaría un montón… pero… el año que viene querido Nik  ¿Sabés que me voy con Papa Luigi a Marbella y Amsterdam? ¿Me vas a esperar?

En otra visita a ciegas,   Eva  estaba en la cama.  Se la veía compungida, porque su madre no la había reconocido: era el tramo final de la esclerosis. Eva le contó que encontró a su madre muy mal y que lloró mucho.

 Una vez que Nik pudo tranquilizarla, ella volvió los ojos azules a él y  le pidió  que sirva dos copas de Gin Tonic.

Nik  fue al Bar, armado como un Pub en una parte  de la habitación, y puso más esmero que cualquier Bartender con Aword al mejor elegido por Bar and Drinks. Hacía buenos tragos porque años atrás, en El Acassuso de la Capital, fue ayudante del gordo que le enseñó todo sobre tragos.

Está claro que para Nik, Eva era su sublime obsesión y así debía atenderla: puso una medida  de London Dry Gin, tónica Schweppes, cáscara de lima y mucho hielo  y volvió a la cama de Eva con los dos tragos.

La habitación  estaba iluminada con una  cálida luz de textura naranja con pinceladas rojizas. Hacía calor.
Los tragos animaron a Eva y al rato los dos conversaban y reían. 

Nik se sentía muy cómodo y oían desde una bandeja para discos de vinilo, música suave y lejana. Iban por el tercer Gin Tonic y Eva levantó  la sabana de seda: tenía puesto un mini  vestidito  fucsia con encaje.  El cuerpo de Eva  puso a Nik contra las cuerdas. La sorpresa lo dejó tieso, con los ojos sobre los senos, el cuello, los brazos, los muslos, las piernas y los tobillos.
--- ¿Por qué no venís acá? – dijo Eva susurrando. 
“¡Guau!”  
Nik no salía de su asombro y miró hacía la puerta.

Papa Luigi de  2 metros y más de 100 kg.  podía caer por allí  y desollarlo vivo en el trayecto del dormitorio hasta la puerta de calle. Era el riesgo que corría  Nik, acostado con Eva bajo las sabanas de seda. 

Siempre que Eva lo invitaba a pasar, Nik pensaba en su inminente degüello en  manos de Papa Luigi  pero Eva decía:
--- Papa Luigi no está.
--- ¿Está en la ciudad?
--- No se, por ahí anda.


Había dejado de llover y las calles brillaban bajo las luces y los autos rodaban continuamente sobre los charcos y el asfalto mojado en derredor de la plaza Independencia.

Nikita arrancó el Chevy amarillo y salió hacia la casa de Eva, su cálido nido.

Esperaba no encontrarse con Papa Luigi. 

FIN  del Relato 6
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SEGUIMOS  EN  CURSO


Ciudad del Este; lunes 10, 9:17 pm

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