"Los hechos y/o personajes de "JUNIO" son ficticios.
Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia"
Ciudad del Este, lunes 10, 8:57 pm
Ciudad del Este, lunes 10, 8:57 pm
En la
entrada de la Galería Comercial, Nik miraba caer la lluvia. Las empleadas de los
comercios habían cerrado, apagado las luces y esperaban engrosando el abigarrado grupo, con los que
bajaban de las oficinas. La ansiedad los
mataba a todos: nadie quería mojarse ni quedarse en ese frío corredor húmedo y desangelado.
Nik pensó en correr hasta la
librería “Pushkin” pero estaba tildado. El peso de la melancolía lo
aplastó al frío embaldosado de la Galería.
Lo rodeaba el parloteo y las risas de esa gente, pegadas hombro a hombro, esperando a que alguien los pase a buscar.
La lluvia era tan intensa que
inundó la calle en cinco minutos.
Nik se había alejado al fondo de la Galería: fumaba y caminaba en
círculos como un preso. Le lastimaban los feroces choques con Freuke, le parecía caer una y otra vez en la mierda. Explotaba
y sobrevivía como peleador callejero:
tanto recibía, tanto daba y después le quedaban los golpes marcados y un hondo malestar en el alma.
¿Cómo deshacer el nudo tóxico
y reiniciar en otro lado, otro lugar, una nueva vida? No parecía que él pudiese
protagonizar tal hazaña.
“Nikita, usted es un tipo que se pone el zapato derecho
en el pié izquierdo” diagnosticó el Doctor en psiquiatría Calzolari. Y esgrimió otra afortunada
frase el hijo de puta: “Nikita, usted para untar una tostada, mete la cuchara en
el tarro vacío y le da con la cuchara rascando y rascando al pedo: mucho ruido ¿Qué le parece?”
De modo que Nikita Artemov, año tras año, daba vuelta en el mismo lugar, horadando la tierra de este pueblo de provincia, que finalmente lo sepultaría para siempre jamás.
Nik miró que el grupo en la boca de la Galería ya no era tal: habían quedado unos cuantos descolgados y
decidió que era hora de irse.
Corrió hasta el Chevy amarillo esquivando los autos y se metió en la cabina. Con el pañuelo se secó
la cabeza, el cuello y la cara. En la guantera tenía una petaca de cuero con
vodka, tomó un trago y con las manos sobre el volante pensó en Eva.
Nik conoció a Eva en la
librería hace tres años. Ella preguntó
porqué el nombre “Pushkin”. Artemov recibió la pregunta como una llave que abría
el candado a su tenso y vibrante silencio que guardaba temblando frente a Eva.
Eva lo había impactado de lleno desde que cruzaron sus miradas la primera vez.
Pero ahora se le abría a Nikita la posibilidad de hablar, gesticular, sonreír y, excitado, volcó a borbollonees sus ideas sobre libros, literatura, filosofía, historia: habló de cine y a Eva le
entusiasmó la conversación porque era buena lectora y escribía algo de
sus pensamientos y poesia en un diario íntimo. Había comenzado Letras en Buenos Aires
hasta que se enfermó la madre y regresó a Ciudad del Este.
Eva había dejado el poblado para
siempre una vez terminado el secundario en el Histórico. Juró no volver nunca
más y regresó con Papa Luigi a cuidar de su madre… y le decía a Nik llorando “Voy
a morir en esta puta aldea” . Eva no tenía buenos recuerdos de su crianza en Ciudad del Este.
Entre Eva y Nik había energía empática y la amistad creció a un grado de intimidad sorprendente. Eva lo invitó a su casa y allí conoció a Papa
Luigi: un hombre corpulento, cincuentón, algunas canas en la mata del cabello
negro y voz gruesa. Nik le tendió la mano y Papa
Luigi se la apretó hasta dejarla
estirada como un guante. Papa Luigi le
palmeó la espalda de bienvenida y Nik trastabilló dos metros agarrándose de las pesadas cortinas rojas con borlas doradas.
Papa Luigi rió mirando a Eva.
--- Ah, el amigo de mi mujer – gritó.
Nik lo miró buscando una
rápida respuesta.
--- Hacemos Yoga – dijo.
Papa Luigi abrió los ojos sorprendido.
--- Ah, sí, sí… ¡Yoga! – dijo y lo volvió a palmear, esta vez le dobló la espalda.
Eva había corrido un poco el voile de la cortina y miraba a la calle.
Eva había corrido un poco el voile de la cortina y miraba a la calle.
Estaban en el gran salón de
la enorme casa que hizo construir Papa Luigi, iluminada por los últimos rayos del sol
del otoño.
Papa Luigi señaló a su mujer.
--- Esta me dijo que ustedes hablan de
libros. Es una de las drogas legalizadas ¿no? Eva lee toda la noche ¿Qué lees?
Eva no contestó y prendió un cigarrillo.
Papa Luigi abrió lo brazos.
--- Ves Nikita ¿De qué sirven los libros? – dijo.
La discusión de la pareja
cayó en cascada, sobre tópicos íntimos. Nik apuró el vaso de agua mineral y se
despidió.
En otra visita, Papa Luigi le preguntó a Nik.
--- ¿Quién crees que puso la
butique exclusiva “Piel & Seda” para que Eva esté ocupada en algo?
Nik sacudió la cabeza.
--- ¡Papá! – rió Luigi.
Eva suspiró fastidiada se levantó y desapareció en el interior de la casa.
Papa Luigi parecía querer mostrarle a Nik cómo domar a una mujer. Nikita no creía que a Eva le afectase el método, pero a él, Papa Luigi, le daba miedo. ¡Joder macho con este tipo!
En las conversaciones entre Nik y Eva, el tema de cómo, cuándo y dónde conoció a Papa Luigi, no figuraba en el
temario. Tampoco qué hacía Papa Luigi con el divertido cortejo de muchachos en
el Club Social o en el exclusivo Richmond del Club Regatas.
A veces Eva decía algo del
anecdotario de Papa Luigi pero enseguida dejaba de hablar.
--- Papa Luigi no me dice
nada y yo no pregunto. Así esta mejor.
Después de todo ¿A quien carajo le importaba Papa Luigi?
Mierda ¡A toda la Ciudadela !
Era cinturón Negro de Karate, campeón peso pesado indiscutido en el Boxing de
Ferro. Se lo veía correr enfundado en su equipo deportivo impecable, seguido
por sus muchachos como guardaespaldas; el grupo cruzaba la ciudad, tomaba la costanera del Rio Grande, se los veía entrar en el gimnasio, en el
natatorio, remar por el río en kayac
con 2° bajo cero, o salir del puerto en su Barco Deportivo de 20 mts de eslora
y 7 de manga con Eva en la proa de cara al sol. El barco se deslizaba suavemente y cargaba una colección de notables de la
vida social de la ciudad y de la provincia, incluyendo al Gobernador, al Secretario y otros políticos y empresarios y más Gigantes y Cabezudos de las fallas esteñas. Papa Luigi vestía de blanco con una gorra de capitán y a su alrededor el servicio de la corte estaba activo. Para éstas salidas, Papa Luigi se hacia traer el catering del Argenta Tower Hotel.
Eva era elegante, despedía un
halo de exquisita fragancia a jazmín y rosas, hablaba sonriendo y voz suave…Nik nunca la vio vestida y arreglada de otra manera que no sea elegante ... era como si hubiese nacido reina de los Alemanes del Volga... sin sacarse la corona ni para ir a cagar.
Una tarde de primavera estaban
solos en la sala. Eva recostada sobre el diván chaise longue de pana
negra, tenía puesto un vestido mini de
color blanco de encaje con combinación,
cinto de raso y escote en forma de corazón. Llevaba zapatos de taco alto y
tenía una pierna levemente doblada sobre la otra. Miraba a Nik, apoyada sobre el codo. Su risa era acogedora y contagiosa. Nik le sacó algunas fotos con el
celular.
Eva enarcó las cejas y movió
suave la cabeza y sonrió pícara.
--- ¿Por qué? – dijo.
--- Estas preciosa…pero… si te enoja, borro las fotos.
--- No…no…está bien. Me halaga. Gracias Nik, sos un amor – dijo.
Nik sintió que le ardían las
mejillas y la cabeza le daba vueltas. Buscó una vía de escape porque estaba
aterrorizado a invadir espacios prohibidos.
--- ¿No te gustaría hacer
Yoga? – dijo.
Eva se entusiasmó:
--- Sería extraordinario y me
ayudaría un montón… pero… el año que viene querido Nik ¿Sabés que me voy con Papa Luigi a Marbella y Amsterdam? ¿Me
vas a esperar?
En otra visita a ciegas, Eva estaba
en la cama. Se la veía compungida, porque su madre no la
había reconocido: era el tramo final de la esclerosis. Eva le contó que encontró
a su madre muy mal y que lloró mucho.
Una vez que Nik pudo
tranquilizarla, ella volvió los ojos azules a él y le pidió que sirva dos copas de Gin Tonic.
Nik fue al Bar, armado como un Pub en una parte de la habitación, y puso
más esmero que cualquier Bartender con Aword al mejor elegido por Bar and Drinks. Hacía buenos tragos porque años atrás,
en El Acassuso de la Capital,
fue ayudante del gordo que le enseñó todo sobre tragos.
Está claro que para Nik, Eva
era su sublime obsesión y así debía atenderla: puso una medida de London Dry Gin, tónica Schweppes, cáscara de lima y mucho
hielo y volvió a la cama de Eva con los dos tragos.
La habitación estaba iluminada con una cálida luz de textura naranja con pinceladas rojizas. Hacía calor.
Los tragos animaron a Eva y al rato los dos conversaban y reían.
Nik se sentía muy cómodo y oían desde una
bandeja para discos de vinilo, música suave y lejana. Iban por el tercer Gin
Tonic y Eva levantó la sabana de seda:
tenía puesto un mini vestidito fucsia con encaje. El cuerpo de Eva
puso a Nik contra las cuerdas. La sorpresa lo dejó tieso, con los ojos
sobre los senos, el cuello, los brazos, los muslos, las piernas y los tobillos.
--- ¿Por qué no venís acá? –
dijo Eva susurrando.
“¡Guau!”
Nik no salía de su asombro y miró hacía la
puerta.
Papa Luigi de 2 metros y más de 100 kg . podía caer por
allí y desollarlo vivo en el trayecto del dormitorio hasta la puerta de calle. Era el riesgo que corría Nik, acostado con Eva bajo las sabanas de
seda.
Siempre que Eva lo invitaba a pasar, Nik pensaba en su inminente degüello en manos de Papa Luigi pero Eva decía:
--- Papa Luigi no está.
--- ¿Está en la ciudad?
--- No se, por ahí anda.
Había dejado de llover y las
calles brillaban bajo las luces y los autos rodaban continuamente sobre los charcos y el asfalto mojado en derredor de la plaza Independencia.
Nikita arrancó el Chevy amarillo y salió hacia la casa de Eva, su cálido nido.
Esperaba no
encontrarse con Papa Luigi.
FIN del Relato 6
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SEGUIMOS EN CURSO
Ciudad del Este; lunes 10, 9:17 pm
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